miércoles, marzo 29, 2006

PRIMER TEXTO DE ANÁLISIS

NEVA MILICIC
"EDUCAR ES ENSEÑAR, NO CORREGIR"

Pablo Marín C.


DE RECONOCIDA TRAYECTORIA, LA SICÓLOGA Y DOCENTE DE LA U.C. DECLARA QUE EN EL CAMINO DEL APRENDIZAJE ES BASICO PARA LOS MAS CHICOS SENTIR CONFIANZA Y SEGURIDAD, ACTITUDES POCO RECONOCIDAS EN ESTA SOCIEDAD COMPETITIVA.
CREO QUE NECESITAN MÁS JUEGO Y MÁS MAGIA –ES COSA DE VER EL FENÓMENO HARRY POTTER-, PERO ESTÁN AUSENTES DEL CLIMA SOCIAL ESCOLAR. Y EL JUEGO ES EL VEHÍCULO NATURAL DE COMUNICACIÓN DEL NIÑO.
LA IDEA ES SER CAPAZ DE CONSIDERAR A UN NIÑO TAL COMO ES Y VER EN QUÉ ESTÁ. DESDE EL ’94, POR OTRO LADO, LA LITERATURA ESPECIALIZADA HABLA DE LOS SI MISMOS POSIBLES: TODO LO QUE UNO PUEDE LLEGAR A SER, CUÁLES SON LAS EXPECTATIVAS, LAS METAS.
ME PARECE MUY IMPORTANTE LA ASOCIACIÓN ENTRE LOS PROFESORES, QUE ENTRE ELLOS CREEN UNA ATMÓSFERA GRATA. ES POSIBLE HACER MICROCLIMAS: JUNTARTE CON 4 Ó 5 PERSONAS CON QUIENES TE AVENGAS, CON LAS QUE PUEDAN INTERCAMBIAR MATERIAL, CON LAS QUE PUEDAN JUNTAR CURSOS PARA VER UNA PELÍCULA.

En qué ambiente vive la persona sus primeros años. Qué características condicionan sus relaciones con la familia, los pares y sus profesores. Se siente querida, valorada o sencillamente su mundo personal no es tomado en cuenta. Junto con tratarse de preguntas esenciales, para Neva Milicic éstas son también el centro de su preocupación profesional: cómo crear contextos más enriquecedores, ambientes más vivibles y, en general, una atmósfera que contribuya a que los niños no hereden los lastres y frustraciones de los adultos.

No es que esta sicóloga, docente de la Universidad Católica, lo vea tan fácil. Pero, al menos, tiene un punto de vista claro. Lo ha expresado en el libro de cuentos Todos somos diferentes –un llamado a la empatía y a aceptar al otro- y, junto a su colega Ana María Arón, en el texto Clima social escolar y desarrollo personal (Ed. Andrés Bello), donde analiza una serie de variables, al tiempo que entrega guías concretas para profesores y directivos. En este mundo lleno de significados, las autoras llaman a escuchar y entender lo que los distintos actores tienen que decir.

A crear confianzas, desarrollar potenciales y, de a poco, mejorar las relaciones.
-En el contexto del clima social escolar, resalta la necesidad de que las inquietudes del niño y su forma de ver el mundo, tengan una relación más activa con los programas educativos. ¿Advierte, en este punto, una falencia global?
-En la última Convención de los Derechos del Niño se incluyó el derecho del niño a ser escuchado. Pero ser escuchado no es igual a ser oído: significa ser visto, ser comprendido en sus intereses y gustos. Esto no demanda necesariamente más trabajo, sino lo contrario, porque al escuchar los intereses de los niños, estos empiezan a aprender más rápido.

Por ejemplo, ahora nos encontramos con el interés insólito –e incomprensible, para mí- por los Pokémon. Niños de 5 y 6 años se saben los nombres de 150 Pokémon, cómo "evolucionan", cuáles son sus armas, etc... y uno se queja de que le cuesta tanto enseñarles. Pasa que cuando un niño está inmerso en un mundo mágico, tiene muchas ganas de aprender (de hecho, algunos que ni siquiera saben escribir su nombre, saben escribir los nombres de los Pokémon). Uno puede pescar eso y utilizarlo como recurso educativo. Buscaglia dice que el primer día de clases uno debe preguntar a los niños qué saben y qué quieren aprender: habitualmente, uno tiene mucho más interés en aprender sobre lo que ya sabe. Así, por ejemplo, puedes agrupar a los niños de acuerdo con sus intereses.

Hace un tiempo, estuvimos en Curanilahue, donde los profesores habían pasado a los niños una escala de clima social y les habían pedido hacer un dibujo sobre lo que les gustaba en la escuela y lo que no. Un resultado claro fue que los niños querían que se tocaran dos campanas al final del recreo: decían que los anotaban porque llegaban a clase con las manos sucias (porque jugaban a las bolitas o algo así), o porque llegaban tarde. Es tan obvio; sin embargo, es una necesidad no escuchada. Cuando uno se conecta entiende muchas cosas que pasan con los niños.
-Usted usó el adjetivo "incomprensible" para describir el interés por los Pokémon. ¿No pasa por ahí cierta falta de conexión con el mundo infantil? ¿Cómo se puede crear un puente con este mundo?
-Me cuesta, con mi mirada de adulto, entender cuál es la magia de esto, que se transforma en un fenómeno colectivo, como el de los "tazos"; que haya niños de colegios pobres que botan las papas fritas para quedarse con los tazos. Sin embargo, uno tiene que acoger lo incomprensible.

En el caso de los Pokémon, o de otras series de TV, creo que los adultos deberíamos aprovecharlos más, y pelearnos menos con los niños. Es muy difícil darles la guerra a los medios audiovisuales. Es como una batalla perdida (aun cuando hay casos en que uno tiene que dar la batalla de todas maneras), pero una puede usarlos, por ejemplo, para enseñarle al niño a desarrollar el vocabulario. Un niño de 5 años puede decirte qué significa que estas figuras "evolucionen", y te lo puede explicar como un darwiniano. Aprovechemos eso: mostrémosle qué otros seres evolucionan, pongamos una larva y que vean cómo se transforma en mariposa, o cómo el hombre deriva del mono, etc. Partes de ahí, no te quedas ahí. Partes y empiezas a descubrir la magia.
Yo creo que los niños necesitan más juego y más magia –es cosa de ver el fenómeno Harry Potter-, pero están ausentes del clima social escolar. Y el juego es el vehículo natural de comunicación del niño.

-Para que esto se logre, sin embargo, hace falta un "piso" de confianza entre alumnos y profesores. ¿Qué tan complejo resulta esto, a su juicio?
-Educar es enseñar, no corregir, y ese es el primer mito que uno debe sacarse de la cabeza. Cuando uno se pasa mucho tiempo corrigiendo, daña la relación y el niño se siente inseguro. En cambio, cuando lo fortalece y reconoce en él las cosas que hace bien, crea un vínculo de confianza y de seguridad. El primer paso en la relación es reconocer las capacidades y las competencias del niño, que de todas maneras tiene en alguna área. Y desde ahí, partir a los territorios desconocidos o a aquellos que quizá el niño tiene que reformular. El inicio de una relación es muy importante; ahí tiene que estar la acogida, el reconocimiento: si el niño se siente valorado, reconocido, legitimado, empieza a querer aprender junto contigo.

Creo que el reconocimiento y la valoración del niño debe darse en dosis masivas, y la crítica tiene que ser en dosis homeopáticas. Sabemos que si hacemos ciertas cosas en una relación de adultos, esa relación se va a quebrar. Sin embargo, las mismas cosas que captamos que no están bien con los adultos, nos parece que sí están bien con los niños; y, además, nos pasamos la película de que son educativas. Uno no grita a un par, pero sí a un niño; y los niños son quienes menos deberían ser gritados, porque son más vulnerables, se están formando. Nos permitimos estas licencias con los niños, creyendo que no tienen impacto. Y la verdad es que el impacto de una frase que decimos es enorme.

La idea es ser capaz de considerar a un niño tal como es, y ver en qué está. Desde el ’94, por otro lado, la literatura especializada habla de los sí mismos posibles: todo lo que uno puede llegar a ser, cuáles son las expectativas, las metas. "A lo mejor hoy tienes mala ortografía, pero puedes ser un gran poeta, o un arquitecto, o simplemente una persona muy solidaria". Es un concepto que me parece muy lindo, que abre horizontes en términos de las capacidades del niño, y no centrarse en la coma y el punto. Es poco volada nuestra mirada. Y los profesores que tienen la capacidad de mirar a un niño en su potencial y que establecen con él una relación fortalecedora, son capaces de crear un clima positivo.

-Un elemento no siempre considerado en la discusión sobre el tema, tiene que ver con la percepción del tiempo, tan distinta entre profesor y alumnos.
-Los parámetros son otros. Toffler decía algo así como que, en la vivencia interna, quince minutos para un niño eran algo así como doce horas para un adulto. Pero pasa también que la percepción que damos a los niños acerca de los futuros tiende a ser un poco catastrófica: hay tantos niños que no quieren crecer, porque les presentan un mundo agotador.

Ahora, hay tres características que me parecen fundamentales en un clima social escolar. Primero, que sea un clima que te permita ponerte en contacto contigo mismo, porque generalmente se trata de disociar al niño: "no sienta esto, apúrese, termine". Dejarle un espacio para pensar y para pensarse, porque las grandes equivocaciones en la vida son cometidas por falta de reflexión. Este contacto consigo mismo va a permitir que la relación con los demás sea de mejor calidad, más profunda y más intensa.

Lo segundo es la relación diádica con el niño de al lado, que también le coartamos: "no conversen". La verdad es que, cuando algo te importa quieres comentarlo, y cuando lo comentas es mucho más posible que lo interiorices y que pase a formar parte de tus intereses. Lo tercero es la relación grupal, en lo cual se ha avanzado bastante. Pero los puntos anteriores están casi ausentes.
-¿Se precisa un giro fundamental?
-Lo importante es que un modelo no tenga que barrer con todo lo anterior, como a veces se cree: "borremos los textos, borremos la clase magistral y el trabajo individual", etc. Mantener entretenido a un curso no es nada fácil y en eso todas las modalidades caben, pero siempre en términos de una planificación, donde el qué está muy claro y los cómo tienen distintas estrategias. Feuerstein decía que el qué y el cómo tienen que ser dos caras de la misma moneda. Ahora, un profesor que planifica tiene mucho menos estrés que un profesor que no lo hace, y con más probabilidades de tener a los alumnos entretenidos. La planificación debe permitir que contemples el trabajo individual, de a dos, en grupo, clases expositivas, tiempo de lectura, entrevistas a otros, trabajo manual, intelectual, desarrollo afectivo, etc.

Pero también hay que estar abierto a las cosas que suceden. Por ejemplo, llegué una vez a un colegio donde había muchos niños llorando, ya que eran cercanos a las víctimas de un accidente de avión. "Es tan difícil hacer clases con los niños así", comentaba una profesora. Bueno, no se puede. Lo primero es preguntarles qué les pasa. Segundo, conectarse con lo que sienten ellos frente a la muerte, y después conversar qué hace uno con la gente cuando tiene pena. Ahí está la flexibilidad. Pero flexibilidad no quiere decir falta de planificación.

-Ciertas estadísticas señalan que un porcentaje importante de los profesores está insatisfecho con su profesión. Más allá de las variadas razones para ello, ¿de qué manera puede esto afectar el logro de objetivos como los que usted menciona?
-Hay gente que ha estado muy comprometida con su trabajo y a la que, sin embargo, se le ha producido un nivel tal de estrés y de agotamiento, que empieza a despersonalizar la relación y a sentirse menos comprometida. Esto es malo para el profesor y para los niños. El desgaste del profesor es un problema que afecta a todo el sistema.
-¿Ve alguna forma en que los profesores puedan hacer frente a situaciones acentuadas de desgaste?
-En primer lugar, me parece muy importante la asociación entre los profesores, que entre ellos creen una atmósfera grata. Es posible hacer microclimas: juntarte con 4 ó 5 personas con quienes se avengan, con las que puedan intercambiar material, juntar cursos para ver una película, etc. Otra manera de funcionar es aprender a escucharse, saber lo que uno necesita. En algún momento, darse cuenta de que no se puede seguir haciendo tantas horas de clase, y buscar alternativas para salir del laberinto.
-En cuanto al entorno familiar es habitual que los padres proyecten en sus hijos sus propias frustraciones y expectativas, lo que a veces deriva en casos bastante graves. ¿Cómo evalúa este cuadro en Chile?
-No es muy bueno. Estamos en un esquema competitivo lamentable, en el que los niños quedan con la sensación de que nunca están bien, que no han alcanzado la meta: hay en ellos una profunda inseguridad, y en los padres una gran insatisfacción. Esto de que los 5 son para los hijos de otro, y de 6 para arriba es para los hijos de uno, crea en el niño una sensación muy maldita, una baja de la autoestima, que lo va a acompañar a lo largo de la vida. Esto de que los seres humanos somos frágiles y vulnerables, a veces lo olvidamos.